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Hay reglas y normas de ortografía y puntuación. Y la literatura suele jugar con ellas, desobedecerlas, revertirlas, transgredirlas. No se trata de errores  sino de elecciones voluntarias de los autores. Esta puntuación cero o semipuntuación en la literatura responde, muchas veces, a experimentos literarios o cumple una función lúdica en el texto. Varios escritores de narrativa han adherido a esta subversión de los signos que la historia de la escritura ha ido sistematizando.

Veamos algunos ejemplos:

El capítulo 18, el final, de Ulises de James Joyce es un monólogo interior de la señora Molly Bloom. Son varias páginas, ocho oraciones, ningún signo de puntuación. Aquí el caos de la enunciación refleja el vértigo y las diversificaciones del pensamiento de la protagonista.

En busca del tiempo perdido, de Proust, también desdeña los signos de puntuación.

José Saramago es otro de los escritores que se negaron a respetar, o jugaron con, los signos de puntuación.  En sus últimas obras también omitió las mayúsculas. El Nobel de Literatura dijo en una entrevista:

En el fondo, la puntuación es lo mismo que las señales blancas pintadas en las carreteras, que intentan impedir que el conductor tenga problemas pero, tal vez, si no existiera ningún tipo de señales, todo el mundo conduciría con mucho más cuidado. Eso es lo que quiero, que me lean con cuidado.

Cristo versus Arizona [1988], novela en forma de monólogo escrita por Camilo José Cela, tiene solo un punto en sus más de 200 páginas.

Mario Benedetti también renegó de los signos de puntuación en Testigo de uno mismo.

Los santos inocentes, de Miguel Delibes, fluye al ritmo de las comas pero solo se detiene ante un punto final.

«El último viaje del buque fantasma » es un cuento de García Márquez. Tiene un único punto y muchas comas. De modo similar, la novela El otoño del patriarca desafía la división en párrafos: casi 200 páginas sin punto y aparte.

Uno de los heterónimos del escritor argentino Carlos Warnes es César Bruto, cuyos textos buscan el humor a través de la transgresión de normas ortográficas y gramaticales.  Uno de sus textos, «Lo que me gustaría ser a mí si no fuera lo que soy» abre la puerta para entrar a jugar en Rayuela, la novela de Cortázar:

Siempre que viene el tiempo fresco, o sea al medio del otonio, a mí me da la loca de pensar ideas de tipo eséntrico y esótico, como ser por egenplo que me gustaría venirme golondrina para agarrar y volar a los paíx adonde haiga calor, o ser hormiga para meterme bien adentro de una curva y comer los productos guardados en el verano o de ser una víbora como las del solojicO, que las tienen bien guardadas en una jaula de vidrio con calefación para que no se queden duras de frío, que es lo que les pasa a los pobres seres humanos que no pueden comprarse ropa con lo cara questá, ni pueden calentarse por la falta del querosén, la falta del carbón, la falta de plata, porque cuando uno anda con biyuya ensima puede entrar a cualquier boliche y mandarse una buena grapa que hay que ver lo que calienta, aunque no conbiene abusar, porque del abuso entra el visio y del visio la dejeneradés tanto del cuerpo como de las taras moral de cada cual, y cuando se viene abajo por la pendiente fatal de la falta de buena condupta en todo sentido, ya nadie ni nadies lo salva de acabar en el más espantoso tacho de basura del desprestijio humano, y nunca le van a dar una mano para sacarlo de adentro del fango enmundo entre el cual se rebuelca, ni mas ni meno que si fuera un cóndor que cuando joven supo correr y volar por la punta de las altas montanias, pero que al ser viejo cayó parabajo como bombardero en picada que le falia el motor moral. ¡Y ojalá que lo que estoy escribiendo le sirbalguno para que mire bien su comportamiento y que no searrepienta cuando es tarde y ya todo se haiga ido al corno por culpa suya!

¿Cuestión de estilo personal? ¿Rebeldía? ¿Complicidad con el lector? ¿Regreso a los inicios?

Comentarios en: "Puntuación en la literatura" (3)

  1. […] En esta nota puedes ver algunos ejemplos transgresores de la puntuación en la literatura. […]

  2. Edgardo Mosco dijo:

    La escritura es un invento genial, antecesora antiquísima de los reproductores fonográficos. Quizá primero hayan sido los signos que representan palabras y luego se ha ido perfeccionando el invento de tal modo de poder reproducir los silencios, los matices del dicente. Así surgen las comas, los puntos, los signos de admiración, de interrogación, etc. Cuando el que escribe no hace ni caso de todo eso y además se pasa —dicho en buen castizo— la ortografía por el Arco de triunfo, en realidad le entendemos lo que pone gracias a que todos nosotros, pobres mortales, sí hemos usado tales signos, tanto lo hemos hecho que hemos dejado una huella indeleble en la llanura de palabras que es un idioma para comunicarnos, cualquiera que este sea. Así es que pienso que no son tan listos los que desdeñan los signos, sino que se aprovechan de los ríos de tinta ya escritos en forma convencional. Son casi estafadores idiomáticos. Gracias por permitirme opinar.

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