Exegi monumentum aere perennius
23 de abril: Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor
Una fecha simbólica ya que un 23 de abril de 1616 fallecieron Cervantes, Shakespeare y el Inca Garcilaso de la Vega. Sus obras siguen vivas y lo seguirán estando mientras haya lectores.
Exegi monumentum aere perennius.
[He construido un monumento más perenne que el bronce]
Horacio
Un libro es un objeto material, sí, el opus mechanicum del que hablaba Kant en 1798. El fetichismo y la esnobismo pueden llevar a comprar metros de estanterías con libros para decorar un estudio o una oficina. Materialismo vacuo. Por sobre todo, el libro es una obra intelectual (el objeto simbólico del que habla Pierre Bourdieu), algo inmaterial que no se puede destruir si perdura en la memoria de la gente. La memoria, precisamente, es el modo de salvar las obras de la destrucción organizada de los libros en Farenheit 451 de Ray Bradbury. Como obra intelectual, los libros está protegidos por el derecho de autor, que también se recuerda el 23 de abril. En la transmisión, resguardo y difusión de las obras intelectuales intervienen editores, correctores, traductores y libreros, profesiones que aunque esenciales suelen permanecer invisibles en los créditos.
No concibo la vida sin libros. No imagino cómo sería mi vida sin los libros que me han hecho lo que soy. Probablemente, vería la vida de otra manera si no la hubiera visto a través de la mirada de Horacio y la Maga, de Rascolnikov, de Odiseo, de Antigona, de Poncia, de Galeano, de Woolf, de Bierce, de Maeterlick, de Huxley, de Orwell… y de muchos otros que me regalaron la posibilidad de un prisma entre las manos. Porque los libros que leemos nos hacen, son hilos de la trama de nuestra historia como individuos y como humanidad. Desde los cuentos infantiles (¡qué lindo es observar a los pequeños duendes con los ojos bien abiertos sumergirse en una historia de imágenes y palabras!), somos hechos por los libros. (Habría que pensar críticamente los estereotipos de los cuentos infantiles, ¿no les parece?). Los libros eliminan distancias físicas, religiosas, culturales, sociales. Constituyen la primera y principal herramienta para la democratizacíon del pensamiento y del conocimiento y para la difusión y perduración del saber que el ser humano ha acumulado en su tenaz esfuerzo por comprender el mundo. Los libros, en papel o digitales, abren los ojos, despiertan emociones, cavan túneles en el pensamiento, nos permiten vivir otras vidas y re-ver (ver con nueva mirada) la propia. ¡Qué diminuta, desamparada e indigente sería la existencia sin los libros!
Y entre todos los libros, la literatura. Aquí, por gusto personal, descarto la tecnología. Como he dicho en otra parte, la literatura es un universo privado, poblado de voces, caminos furtivos, delicias al alcance de la mirada, territorios de arduo recorrido o placentera estancia, una cosmogonía que se expande y enriquece a medida que hacemos nuestro un nuevo texto. Un libro no es un libro; son muchas lecturas, muchas interpretaciones. Un libro tampoco es el mismo libro a lo largo de nuestra vida. Cada vez que abrimos el diálogo placentero y enriquecedor con las voces que perduran a través de tiempo y espacio, el sentido es diverso. Así como nadie se baña dos veces en el mismo río (Heráclito), «cada vez que leemos un libro, el libro ha cambiado, la connotación de las palabras es otra» (Borges, 1978).
Seguramente, a muchos de ustedes les sucedió como a mí descubrir o redescubrir un texto en un momento preciso de la vida y sentir que estaba escrito para nosotros, para ayudarnos a atravesar ciertas experiencias o desafíos. En el capítulo “El canto de Ulises”, de Si esto es un hombre(1947), Primo Levi recuerda cómo le recitaba pasajes de la Divina Comedia a su joven amigo Jean Samuel, a quien él llamaba Piccolo, en los campos de concentración de Auschwitzch. Sumergidos en el infierno nazi, sus almas se elevaban gracias a la literatura que les recordaba su humanidad. Hace unos años, Samuel escribió junto a Jean-Marc Dreyfus la obra Il m’appelait Pikolo en agradecimiento a quien le descubriera la voz de Dante. Los libros también salvan de la muerte…
Borges, J.L. (1978) «El Libro», en Borges oral. Buenos Aires: Emecé Editores.
Bourdieu, P. (2002[1966]) Campo de poder, campo intelectual. Buenos Aires: Montressor.
Kant, E. (1980[1798]) Metafísica de las costumbres. Madrid: Espasa-Calpe.
Libro recomendado:
Cavallo, G. y Chartier, R. (1997) Historia de la lectura en el mundo occidental. Madrid: Taurus.
Para tener en cuenta:
UNESCO. Memoria del Mundo. Programa de conservación del patrimonio documental del mundo.